Tomás Urrialde

Aula gastronómica «Tomás Urrialde»

En la fábrica de Dueñas disponemos de una sala bastante amplia con una gran cocina en la que realizamos degustaciones de nuestros productos con los amigos que nos visitan, aparte de utilizarla para recibir diversas formaciones y hacer pruebas con el equipo de I+D+i. También la usamos para generar recursos económicos dirigidos a la Fundación Cascajares, ya que la alquilamos para comidas o eventos de empresas y destinamos íntegramente todo ese dinero a la Fundación. Ese espacio tiene un nombre muy especial, se llama Aula gastronómica «Tomás Urrialde».

Para quien no conozca a Tomás os daremos unas breves pinceladas sobre su vida. Nacido en 1930 en Segovia fue uno de los mejores cocineros de nuestro país. Durante gran parte de su vida fue jefe de cocina de Casa Cándido y su figura fue reconocida con multitud de premios. En 2006 le nombraron Hijo Predilecto de Segovia y un año después recibió la Medalla al Mérito en el Trabajo. «En esta profesión nunca se termina de aprender» decía muchas veces, pero realmente Tomás lo que nunca dejó de hacer fue enseñar todo lo que aprendía. Siempre estuvo comprometido con la formación de los más jóvenes para los que nunca tuvo secretos. De él aprendieron muchas generaciones de cocineros, y también Alfonso y Francisco, los fundadores de Cascajares. Nos dejó a principios de abril de 2010 a los 79 años.

Nuestra historia de amor con Tomás comenzó hace muchos años, en los comienzos de Cascajares. Él venía en autobús desde su querida Segovia hasta Valladolid. Allí Alfonso lo recogía y se iban a la fábrica, ubicada por aquel entonces en Venta de Baños, donde pasaban las horas inventando recetas y cocinando deliciosos platos. «Su conocimiento culinario era infinito, igual que sus ganas de ayudarnos. Le encantaba compartir su sabiduría con unos jóvenes como nosotros que estábamos empezando. Nos ayudó muchísimo y siempre me llamó la atención que nunca nos quiso cobrar nada, por más que nos empeñásemos en pagarle. Es que ni el billete del autobús…» recuerda Alfonso.

Su personalidad era arrolladora. «Aún hoy le recuerdo perfectamente con su abrigo de visón, imponente, con esa barba blanca que siempre nos recordaba a Papa Noel. Fue un hombre afable y extraordinariamente generoso». Por eso cuando falleció pedimos a sus hijos permiso para bautizar con su nombre a nuestra coqueta y recién estrenada cocina. Nos parecía un bonito homenaje para alguien que nos dio mucho sin pedir nada. Todavía guardamos la cariñosa carta que nos mandaron Tomás, Fidel y Rafael dándonos el consentimiento para ello. Con su permiso la compartimos con todos vosotros.

Han pasado los años pero el recuerdo de Tomás Urrialde sigue estando muy presente entre nosotros. Nunca estaremos lo suficientemente agradecidos por todo lo que nos ayudó en nuestros comienzos.

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